26 de febrero de 2015

ENSALADA AGRIDULCE DE REMOLACHA Y MANZANA



Como ya sabéis, somos muchos los amantes de la cocina con tendencias (ligeramente obsesivas) hacia el perfeccionismo. Es posible que a alguna gente le suene a cuento, pero es normal que no estemos contentos al 100% al preparar un plato o a la hora de conseguir un sabor sabor o textura. Y sinceramente, creo que si este inconformismo se lleva a la práctica con moderación, puede ser positivo, ya que nos motiva a seguir avanzando y aprendiendo. Peeero, si lo aplicamos (en mi caso) a escribir un blog, este perfeccionismo se refleja en no escribir esta o aquella entrada porque la receta se puede mejorar, porque las fotos son un horror o por lo que sea. Así que he decidido replantearme mis prioridades y dejarme de tanta tontería, porque al fin y al cabo mi objetivo no es otro que compartir lo que me gusta...aunque no sea perfecto.


Esta receta que os traigo hoy representa la otra cara de la cocina que me gusta: ridículamente simple, fresca y cargada de sabor.
Os animo a que la probéis.








Tiempo de preparación: lo que tardas en pelar y rallar los ingredientes
Nivel de dificultad: 0
Equipamiento especial: Una mandolina o un rallador (que pueda rallar grueso) y unos guantes de látex para no mancharnos con la remolacha.



Ingredientes

1 remolacha mediana cruda
2 manzanas pequeñas o una manzana grande
2-3 cucharadas de vinagre de manzana
2 cucharaditas de aceite vegetal (el que más te guste)
Sal


Preparación


1   Pelamos las manzanas y las descorazonamos. Pelamos la remolacha (acuérdate de ponerte los guantes para evitar teñirte las manos).


2   Rallamos los ingredientes por la parte gruesa del rallador o con la cuchilla de tamaño medio de la mandolina. Nos sobrará parte de la manzana y remolacha si usamos la mandolina (es mejor que cortarte intentando apurar al máximo).


3   Aliñamos al gusto, probando de vez en cuando hasta conseguir el punto deseado. A mi me gusta con mucho vinagre, aunque puedes añadir menos.

Dificil, ¿verdad? 




Consejos

  •  Puedes servir esta ensalada para acompañar pescados o carnes a la plancha o para darle vidilla a un sandwich. También puedes usarla para dar un contraste refrescante a una comida pesada o en un picoteo de quesos (o una fondue).

  • Si estás pensando en comprarte una mandolina, mi consejo es que te compres una japonesa. Una mandolina francesa de calidad es una maravilla, pero te va a salir por un ojo de la cara y según mi opinión es más adecuada para uso profesional. Yo estoy encantada con mi mandolina japonesa (de la marca Benriner y tamaño ancho), es muy fácil de montar y limpiar, no ocupa nada de espacio y corta cual katana de samurai.  
 
  • Usa el tipo de manzana que más te guste. Aunque no lo haya probado tengo la impresión de que las manzanas ácidas van muy bien en esta receta. También he usado peras (que estén crujientes) en vez de manzanas con muy buenos resultados.

  • Puedes usar tanto un aceite vegetal suave (girasol, nuez) como un aceite de sabor más fuerte (AOVE).

  • Si quieres darle un toque más cremoso, añade una cucharada de mayonesa al aliño y si te interesa que sea cremoso pero bajo en grasa, usa yogur natural sin azúcar. Como variación vegana, puedes añadir un puñado de nueces picadas.

  • Esta ensalada no tiene porqué reposar, aunque esta mucho más rica tras unas horitas en la nevera. 








5 de febrero de 2015

HAWÁI PARTE I: KAUAI



Decidimos escoger Hawái como destino para estas últimas vacaciones por muchos motivos: el clima, el precio de los billetes de avión, el idioma y demás ventajas de no tener que salir de los Estados Unidos. También influyeron imágenes como esta:




Para nosotros ha sido todo un lujo poder escaparnos del estado de NY y de su frío mes de Enero para perdernos en medio del Pacífico.



Nuestro primer destino fue Kauai, la isla más antigua y una de las menos turísticas del archipiélago de Hawái. 
Es difícil explicar la satisfacción que provoca pasar de -21ºC a 20ºC... llegar a un sitio en "modo vacaciones" e ir quitándonos las capas de ropa, sentir como ya podemos relajarnos, porque no vamos a perder ningún avión (sin comentarios acerca de los 3 vuelos que tuvimos que tomar hasta llegar a Kauai) y disfrutar de la libertad de respirar en la calle sin tener que encojer los hombros por el frío. 


Antes de empezar con mis divagaciones me gustaría compartir mi impresión general sobre la gastronomía de Hawái.
La verdad es que es una gastronomía un poco difícil de describir, ya que mezcla lo moderno y lo ancestral junto con influencias de todas partes del mundo. Alimentos como el taro, traído por los primeros colonizadores polinesios y formas tradicionales de cocinar como la kalua, una cocción lenta con vapor en hornos de tierra llamados imu, se siguen utilizando en la actualidad. Imagináos un sitio en el que el cultivo de la caña de azúcar trajo trabajadores (¿o debería decir esclavos?) de China, Corea, Portugal, Japón y Filipinas con sus correspondientes costumbres a la hora de cocinar. Un sitio que ha ido reuniendo influencias de Oriente y Occidente en una tierra fértil. Siendo totalmente sincera, la influencia anglosajona en esta cocina hace que algunos platos sean menos apetecibles de lo que deberían (demasiado exceso en general y un pobre uso de ingredientes frescos). Pero claro, esta es mi opinión como española...
En resumen: la comida en Hawái me ha encantado pero estoy convencida de que algunas cosas pueden mejorar.



A lo que íbamos, Kauai:

En los tres días que pasamos en Kauai tuvimos la suerte encontrar un farmer's market (mercado de productos locales) justo al lado de nuestro hotel. Una maravilla. Productos locales y gente de la zona comprando frutas y verduras de todo tipo. Ni que decir tiene que me dio un mini-colapso, porque no sabía que frutas comprar y es que todo tenia una pinta...







Vendedor dando de probar mango a una clienta habitual



Mientras intentaba centrarme entre tanta variedad de fruta tropical, compramos un coco joven para beber y ohhhhh. Yo, la anti-coco, ahora soy fans total, ahora soy pro-coco. Cómo describir la suavidad y la frescura del agua de coco... en primer lugar, el aroma es sutil (nada que ver con esos aromas artificiales) y el jugo es ácido y ligeramente dulce. Todo depende del grado de maduración del coco, el peso y si contiene aire dentro o no. Y si tienes la suerte de encontrar el coco perfecto y que encima lo hayan enfriado antes es toda una delicia.







Dato curioso: cuando ya te has bebido el agua de coco puedes volver al puesto donde lo compraste para que te lo abran y te saquen la pulpa. Este "servicio" va incluido en el precio del coco, que suele ser de $5.



En nuestro primer día almorzamos uno de los aperitivos más conocidos de Hawaii: poke



El poke más consumido es el de ahi (atún de aleta amarilla) crudo marinado en salsa de soja, aceite de sésamo, cebolletas, cebolla, sal, ogo (algas) y/o inamona (un condimento hecho con candlenut, también conocido como nuez de indias). Se puede encontrar en todas partes, restaurantes, pequeños establecimientos y supermercados. 

Lo bueno de comprar poke al peso es que puedes probar todos los tipos que quieras antes de decidir cuál te vas a llevar y que para rematar el almuerzo, también puedes comprar arroz cocido para acompañarlo. Si os gusta el sushi, seguro que os encanta este plato.








































Hoy en día existen muchos tipos diferentes de poke, siendo muy populares el de tako (pulpo cocido) el ahi soyu (atún de aleta amarilla marinado con una mayor cantidad de salsa de soja) y el spicy ahi (atún de aleta amarilla con aliño picante). Fue una pena descubrir que el de pulpo dejaba mucho que desear (parecía que estaba masticando un trozo de neumático con sabor a pulpo). En cambio el picante, aunque era un poco guarrimezcla (al aliño le añaden una mezcla de mayonesa y Sriracha) resultó ser mi favorito. Spicy ahi forever!

Nuestro primer almuerzo constó en tres tapas de poke (el clásico, el de soja y el picante) un poco de arroz y una kirin ichiban que compramos en el Pono Market. Y digo tapas porque el dependiente que nos atendió (que por cierto, era muy simpático), nos contó como iba esto de los pupus (los aperitivos o tapas hawaianas) y que podíamos comprarnos una cerveza y comer en unos bancos cerca de la playa. La verdad es que el sitio estaba lleno de gente y a pesar de la cola que estábamos formando nos dieron a probar todos los tipos de poke que quisimos a la vez que nos explicaron los ingredientes y demás detalles, como que el pulpo que usaban era congelado e importado de Japón. Fue un almuerzo memorable frente a la playa, por los sabores, el jet lag y las gallinas salvajes que se acercaron a ver si pillaban algo.


Otro sitio para recordar en Kauai fue el pueblo de Hanalei. Fuimos a desayunar allí y me quedé prendada.


Puesto de zumos naturales en Hanalei


 Desayunamos en el Hanalei Coffee Roasters, donde el Dr. Marido se tomo un batido de frutas tropicales que más quisiera yo poder repetirlo en casa, yo me tomé mi último capuchino hawaiano (ya lo sé, a quién se le ocurre pedir un capuchino por estas tierras...) y entre los dos compartimos un gofre especial de la casa con frutas tropicales, nueces de macadamia y copos de coco tostados.


Dicen que una imágen vale más que mil palabras. Pues imagínatelo con sirope de coco natural...





Sin embargo la experiencia que se llevó el puesto nº1 en Kauai fue el helado de la Pink's Creamery. Por el momento, el mejor helado que he probado en Estados Unidos.


Helado de haupia y crema de mango


Siguiendo los consejos de la guía Lonely Planet probé el sabor insignia de esta heladería: el de haupia. La haupia es un un tipo de flan/gelatina tradicional de Hawai hecho con leche de coco, azúcar y pia (arrowroot o arruruz) o almidón de maíz. 
Y como no me quería conformar con un solo sabor, también probé el helado de crema de mango. Lo flipé en colores con el sabor y la textura de cada tipo de helado y el Dr. Marido con su combinación naranja-piña y plátano con nueces de macadamia caramelizadas también. Recuerdo que en aquel momento comenzó a llover y tuvimos que quedarnos en un banco al lado de la entrada de la heladería porque era el único sitio para resguardarse. Otro momento perfecto con sus gallos y gallinas correspondientes, sentados frente a un misterioso coche con un enchufe. 

En nuestro último día en Kauai visitamos el Cañon de Waimea y  uno de los puntos más húmedos del planeta, Wai'ale'ale.


Cañón de Waimea

Cima del Waialeale, uno de los puntos más húmedos del planeta

 El monte Wai'ale'ale prometía mucho, pero esto es lo que pasa cuando te acercas a la cima del también llamado embudo del mundo: lluvia y niebla a porrón.

Y para terminar, tras un largo día de subidas y bajadas, montes, barro y llaves dentro del coche, nos fuimos a cenar directamente, porque los horarios de Hawái son americanos y hay que cenar tempranito. 

Así acabamos con nuestras botas de montaña en el Josselin's, un sitio fisno-moderno (uno de los pocos en nuestro viaje) en el que nos explicaron en qué consistía esto de las tapas por si no sabíamos lo que eran. Yo le seguí la corriente al camarero y me pedí una sangría de lichi mientras intentaba leer el menú en la romántica iluminación del local. Con tanta oscuridad fue imposible sacar una foto decente. Pero tengo que admitir que la comida mereció la pena. Los ingredientes eran de muy buena calidad, la presentación estaba muy cuidada y todo estaba muy rico. Probamos la tempura de gambas con aguacate, arroz y salsa de kimchi, el butterfish cocinado a fuego lento con verduritas y una reducción de mirin y soja, una sopa cremosa al estilo tailandés y el rollo de atún en tempura con una mantequilla blanca al wasabi. Al poco rato estábamos en el hotel preparando el equipaje para nuestro siguiente vuelo.

Horrible foto de la tempura de atún fruto del ambiente romántico



Kauai fue la isla donde estuvimos menos tiempo y la que me dejó con más ganas de volver. Quién sabe.